La Ley de Educación 070, conocida como Avelino Siñani y Elizardo Pérez, se ha presentado como una reforma que busca «descolonizar» la educación en Bolivia. Sin embargo, tras más de una década en vigencia, es evidente que esta normativa está formando generaciones de niños y jóvenes carentes de conocimientos universales y sujetos a un adoctrinamiento político disfrazado de interculturalidad y saberes ancestrales.
Uno de los aspectos más preocupantes de la ley es su insistencia en priorizar los saberes ancestrales por encima de los conocimientos científicos, históricos y tecnológicos que forman la base del desarrollo mundial. Mientras otros países avanzan en campos como la ciencia, la tecnología y la innovación, el sistema educativo boliviano se ha concentrado en promover una visión idealizada de las culturas ancestrales, sin equilibrar adecuadamente estos conocimientos con los avances universales. Este enfoque ha dejado a los estudiantes vulnerables a un retroceso intelectual, pues no se les proporciona una formación integral y global.
El argumento de la «descolonización» ha sido utilizado como un pretexto para justificar esta limitación en la formación académica, dejando a los estudiantes expuestos a la manipulación política del partido político de turno. En lugar de fomentar ciudadanos críticos y preparados para enfrentar los desafíos del mundo actual, la ley 070 está más interesada en adoctrinar a los jóvenes bajo una visión sesgada de la realidad, haciéndolos presa fácil de intereses políticos que no buscan su verdadero desarrollo intelectual.
Otro de los principales problemas radica en la excesiva insistencia en los «saberes ancestrales» y la interculturalidad como ejes centrales del currículum. Si bien el respeto por las culturas y tradiciones de nuestro país es importante, no debería ser el fundamento principal del sistema educativo. Estos elementos, aunque valiosos, podrían ser abordados como saberes complementarios que enriquecen la formación, pero no como el eje sobre el cual gira todo el proceso educativo. La educación debe adaptarse a las realidades y necesidades de los estudiantes, y la ley 070 ha descuidado temas fundamentales como la justicia, la tolerancia, el respeto y la solidaridad. Estos valores deberían ser la base de una educación que prepare a los jóvenes para convivir en una sociedad justa y equitativa.
El currículum debe adaptarse a las necesidades de cada contexto social en Bolivia, lo cual no significa que deba centrarse exclusivamente en saberes ancestrales. Cada región tiene sus propias realidades y desafíos, y el sistema educativo debe ser lo suficientemente flexible para abordar estos contextos de manera adecuada, integrando conocimientos modernos y universales que permitan a los estudiantes competir y prosperar en un mundo globalizado.
Otro de los errores más graves de esta ley es la sustitución de la materia «Religión y Moral» por «Religión, Espiritualidad, Ética y Valores». Si bien la intención de garantizar la libertad de conciencia y de espiritualidad es loable, este cambio ha generado un enfoque desbalanceado en la enseñanza de valores. La ley pone un énfasis desmedido en los sistemas de valores de los 36 pueblos originarios de Bolivia, dejando en segundo plano los valores éticos y morales universales que son esenciales para la convivencia armónica en una sociedad multicultural y globalizada.
La prioridad que se otorga a los valores originarios es un problema no porque carezcan de valor en sí mismos, sino porque su promoción exclusiva fragmenta la educación en valores. En lugar de buscar una visión ética común que una a los estudiantes en torno a principios compartidos, la Ley 070 los expone a múltiples sistemas de valores que, si bien respetables en su contexto cultural, no logran establecer una base sólida que guíe el comportamiento de los jóvenes en un entorno más amplio. Este enfoque fragmentado crea confusión, desorientando a los estudiantes sobre los principios fundamentales que deben regir sus decisiones y acciones en la vida cotidiana, y particularmente en una sociedad cada vez más interconectada.
La ausencia de valores universales también impide que el sistema educativo cumpla su papel de formar ciudadanos globales, capaces de interactuar y colaborar en un mundo donde las fronteras culturales y geográficas son cada vez menos relevantes. Los estudiantes que egresan de un sistema educativo que no refuerza los principios éticos universales, como la justicia y el respeto mutuo, se enfrentan a una desventaja cuando deben integrarse en una comunidad internacional donde estos valores son la norma.
Además, este vacío axiológico debilita la capacidad del sistema educativo de inculcar en los jóvenes la importancia de la convivencia pacífica y el respeto a la diversidad. En un país como Bolivia, con su rica variedad de culturas y tradiciones, es crucial enseñar a los estudiantes no solo a valorar sus propias raíces, sino también a comprender y respetar los valores que trascienden las diferencias culturales. Sin esta base ética universal, corremos el riesgo de perpetuar una sociedad fragmentada, donde los ciudadanos no pueden encontrar puntos en común para construir un futuro más justo y equitativo.
Otro de los errores fundamentales de la ley 070 es su enfoque en el «desarrollo integral del estudiante» como eje principal. Si bien el desarrollo integral del estudiante es importante (valga la redundancia), no debería ser enfocado como foco central. El pensamiento crítico, la capacidad de análisis y la habilidad para cuestionar el entorno son ejes que deberían guiar el proceso educativo. Sin estos elementos, los estudiantes no pueden convertirse en individuos independientes y capaces de contribuir activamente al progreso de su país. El pensamiento crítico es una habilidad indispensable en el siglo XXI, y su ausencia como prioridad en el sistema educativo limita el potencial de los estudiantes para cuestionar, innovar y adaptarse a un mundo en constante cambio.
La participación activa del estudiante también está subestimada en la ley 070. Un sistema educativo efectivo debe fomentar que los alumnos sean protagonistas de su propio aprendizaje, involucrándose activamente en su formación. Sin embargo, la ley no enfatiza esta participación, lo que contribuye a un modelo de educación pasiva que no prepara adecuadamente a los jóvenes para ser ciudadanos comprometidos y líderes en sus comunidades. En el modelo educativo actual el estudiante es un receptor de información en lugar de un agente activo que construye su propio conocimiento. La participación es esencial para fomentar el interés, la creatividad y el compromiso, y su ausencia en la ley es un grave error que afecta la calidad del sistema educativo.
El planteamiento lineal de la ley 070, donde los conceptos de teoría, práctica, producción y valoración no fluyen de manera coherente, limita la sostenibilidad y el dinamismo del sistema curricular. La falta de una dialéctica fluida impide que el sistema se replantee y se mejore continuamente, lo que provoca que el sistema educativo boliviano se estanque y no logre avanzar conforme a las necesidades y retos actuales.
La Ley de Educación 070 está conduciendo a un retroceso en la formación de nuestros niños y jóvenes. En lugar de adoctrinar y limitar las oportunidades de los estudiantes, Bolivia necesita una reforma educativa que fomente el pensamiento crítico, la participación activa y una formación integral basada en valores universales y conocimientos modernos. Solo así se podrá construir una educación que realmente prepare a las futuras generaciones para los desafíos del siglo XXI.
Autor: Gualberto Tein Alanoca