La Acción Educativa dentro del modelo dialéctico de Producción y Valoración es una fase crucial que se encarga de implementar los planes diseñados durante la planificación. Sin embargo, la acción educativa no debe ser vista como un simple acto operativo o mecánico. Al contrario, es un proceso profundamente transformador, en el cual los actores educativos —docentes y estudiantes— participan activamente en la creación y reconfiguración del conocimiento.
En este contexto, la acción educativa trasciende la ejecución de actividades. No se trata solo de poner en marcha lo planificado, sino de adaptar y ajustar continuamente los contenidos y metodologías a las circunstancias y realidades del aula. Los docentes y estudiantes interactúan de manera dinámica, formando un proceso dialógico donde ambos construyen significado a partir de la práctica. Esta interacción permite que el conocimiento no sea un objeto estático, sino una construcción viva que se ajusta a los contextos locales y responde a las necesidades y características de la comunidad educativa.
Un aspecto central de la acción educativa es su naturaleza dinámica. En lugar de simplemente aplicar un currículo fijo, los docentes deben interpretar críticamente los contenidos, adaptarlos y transformarlos según las realidades y las demandas del entorno. Esta reinterpretación del currículo tiene como fin hacer que la educación sea significativa y relevante para los estudiantes, integrando sus experiencias y conocimientos previos.
Además, la acción educativa promueve una reconfiguración constante del conocimiento. A medida que los estudiantes participan activamente en las actividades educativas, contribuyen a generar nuevos aprendizajes y formas de entender el mundo. El proceso de aprendizaje, entonces, no es un acto de transmisión unidireccional de información, sino un intercambio mutuo donde se crean nuevos significados y comprensiones.
Este enfoque reconoce a los estudiantes como actores activos en su proceso educativo, capaces de cuestionar, reflexionar y aportar al desarrollo del conocimiento. De esta manera, la acción educativa se convierte en una experiencia enriquecedora, donde se fomenta el pensamiento crítico, la creatividad y la resolución de problemas.
Finalmente, la adecuación del currículo a las realidades locales es otro elemento esencial de la acción educativa. Esto significa que los contenidos y las metodologías de enseñanza deben estar alineados con los contextos socioculturales de los estudiantes. La educación no puede ser un proceso homogéneo, ya que los entornos son diversos y demandan flexibilidad. Por lo tanto, los docentes deben ser capaces de modificar y contextualizar los planes de estudio para que la educación sea pertinente y significativa.
En resumen, la acción educativa es un proceso dinámico y transformador, donde la interacción entre teoría y práctica se desarrolla de manera constante. Los docentes y estudiantes son co-creadores de conocimientos, adaptando y reconfigurando el currículo para enfrentar las realidades locales y garantizar que la educación sea un proceso activo, relevante y flexible.