La exposición a diversas sustancias y factores ambientales por parte de los hombres puede tener repercusiones graves en la salud de sus hijos, tanto durante el embarazo como en el desarrollo posterior. Sustancias como el plomo, la marihuana, el humo del tabaco, el consumo excesivo de alcohol, la radiación, pesticidas e incluso niveles elevados de ozono pueden afectar la calidad de los espermatozoides, generando anomalías en su estructura o funcionalidad. Investigaciones han demostrado que estos factores de exposición están relacionados con problemas de salud en los descendientes (Sokol et al., 2006; Swan et al., 2003).
Un ejemplo de estas consecuencias es el estudio realizado en una planta nuclear inglesa, donde los hijos de los trabajadores expuestos mostraron un mayor riesgo de nacer muertos (Parker et al., 1999). Además, otros estudios han identificado que la exposición al plomo o la realización de placas radiológicas diagnósticas en el año previo a la concepción están asociadas con un bajo peso al nacer y un desarrollo fetal más lento (Lin et al., 1998; Shea et al., 1997). Estas evidencias subrayan la importancia de evitar la exposición a ambientes tóxicos, especialmente en etapas previas a la concepción, para minimizar los riesgos en la salud de los futuros hijos.
El tabaquismo en los hombres, por ejemplo, se ha vinculado con una mayor probabilidad de transmitir anomalías genéticas a los descendientes (AAP Committee on Substance Abuse, 2001). Incluso la exposición de las mujeres embarazadas al humo de segunda mano del padre puede generar complicaciones como bajo peso al nacer, infecciones respiratorias, muerte súbita infantil y hasta cáncer en la infancia o adultez (Ji et al., 1997; Rubin et al., 1986; Sandler et al., 1985; Wakefield et al., 1998). Un estudio en Nueva York reveló que la exposición al tabaquismo del padre y a la contaminación ambiental resultó en una reducción del 7% en el peso al nacer y una disminución del 3% en la circunferencia craneal de los bebés (Perera et al., 2004). Estos datos evidencian cómo la salud del padre también es crucial durante el embarazo y su impacto directo en el bienestar del feto.
Los padres mayores también pueden enfrentar mayores riesgos. A medida que un hombre envejece, la calidad de sus espermatozoides se deteriora, lo que aumenta la probabilidad de defectos congénitos. Las tasas de natalidad para hombres de entre 30 y 49 años han aumentado considerablemente desde 1980, pero este aumento también ha traído consigo un mayor riesgo de que los hijos nazcan con condiciones raras, como el enanismo (Wyrobek et al., 2006), y de que desarrollen trastornos mentales graves como esquizofrenia (Byrne et al., 2003; Malaspina et al., 2001), trastorno bipolar (Frans et al., 2008) o autismo (Reichenberg et al., 2006; Tsuchiya et al., 2008).
En resumen, la salud del padre es un factor determinante en el bienestar de sus futuros hijos. La exposición a sustancias tóxicas, el tabaquismo y la edad avanzada pueden incrementar significativamente el riesgo de complicaciones en el desarrollo fetal y de enfermedades congénitas o trastornos mentales en la infancia o adultez. Por ello, es fundamental que los futuros padres tomen medidas preventivas para minimizar estos riesgos, adoptando un estilo de vida saludable antes y durante la etapa de concepción.