El concepto de educación que prevalece en muchas universidades tiende a centrarse exclusivamente en la relación binaria entre enseñanza y aprendizaje, lo que ha contribuido a perpetuar un modelo educativo tradicional. Este enfoque, que reduce la educación a la simple transmisión de conocimientos y su posterior asimilación por los estudiantes, deja de lado aspectos fundamentales del proceso formativo en un mundo cada vez más complejo y cambiante. Al enfocarse únicamente en esta dinámica dual, se omiten otras dimensiones esenciales, como el desarrollo crítico, la innovación pedagógica y la adaptabilidad a los desafíos contemporáneos.
Este paradigma tradicional no solo resulta insuficiente para las demandas actuales, sino que también impide la evolución de una educación más holística y transformadora. Hoy en día, el aprendizaje debe ir más allá de la simple recepción de contenidos; es necesario fomentar competencias como el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración y la capacidad de desaprender para reaprender, en función de contextos diversos y cambiantes. La enseñanza, por su parte, debe transformarse en una facilitación activa del conocimiento, donde el docente y el estudiante co-construyen saberes en un proceso dialógico, en lugar de seguir el esquema vertical y unidireccional de antaño.
En este sentido, continuar aferrados a un enfoque dualista de enseñanza-aprendizaje es insuficiente para responder a los desafíos de la educación contemporánea, que exige flexibilidad, innovación y una mirada crítica hacia la manera en que los saberes se generan, comparten y aplican.
La educación no puede ser reducida a simples procesos de enseñanza y aprendizaje, ya que su alcance es mucho más amplio y profundo. La enseñanza implica la transmisión de conocimientos, mientras que el aprendizaje se refiere a la recepción y asimilación de estos conocimientos por parte de los estudiantes. Sin embargo, la verdadera naturaleza de la educación trasciende esta visión tradicional.
La educación involucra procesos más complejos y dinámicos, como el aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. Estos procesos representan una constante revisión y reconfiguración del conocimiento adquirido. El aprendizaje implica la adquisición inicial de conceptos e ideas, mientras que el desaprendizaje requiere la capacidad de abandonar o modificar ciertos conocimientos previos que pueden ser ineficaces o irrelevantes en un contexto dado. El reaprendizaje, por su parte, implica una actualización del conocimiento, permitiendo que el individuo se adapte a nuevas realidades o a cambios en su entorno.
Este enfoque más amplio de la educación tiene un aspecto crucial: la gestión de las dicotomías que pueden surgir dependiendo de la epistemología o la teoría del conocimiento que se utilice. Las epistemologías más tradicionales suelen ver el proceso educativo como un binario entre enseñanza y aprendizaje, limitando su potencial transformador. Sin embargo, otras perspectivas epistemológicas más críticas y dialógicas reconocen que la educación es un proceso continuo de interacción entre conocimientos, experiencias y contextos, evitando caer en dicotomías rígidas como teoría-práctica, sujeto-objeto, o enseñanza-aprendizaje.
La educación, desde este punto de vista, no es un proceso lineal, sino un sistema interconectado que requiere una reflexión crítica constante. Este enfoque reconoce que, en lugar de ser una mera transferencia de conocimientos, la educación es un espacio para el crecimiento, la evolución y la transformación continua, tanto a nivel personal como social.
La educación no puede reducirse a simples procesos de enseñanza y aprendizaje; es un fenómeno integral y dinámico que abarca el aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje, permitiendo la reconstrucción constante del conocimiento. Este proceso trasciende la transmisión de saberes, ya que involucra la capacidad crítica de desaprender conceptos previos para adaptarse a nuevos contextos, y reaprender bajo nuevas perspectivas. Además, la educación debe ser manejada con una epistemología que evite dicotomías simplificadoras, promoviendo una visión holística que equilibre teoría y práctica, individuo y sociedad, pensamiento y acción.