Los valores son las reglas de conducta y actitudes según las cuales nos comportamos y que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Educar a los menores para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos les ayudará a convivir de mejor manera y a sentirse bien en el ambiente en que se encuentren. Con la ayuda de sus padres, educadores y de los que conviven con ellos, los menores aprenderán lo que está bien y lo que está mal.
Los menores deben ser capaces de ser responsables en lo que concierne al cuidado de su salud y a sus tareas diarias. Así se adquiere una autodisciplina que va a facilitar la integración con mayor facilidad en el mundo adulto.
Asimismo, los menores deben respetarse a sí mismos y aprender a respetar a los demás, ya que de este modo ellos también serán respetados. En este sentido debe destacarse la importancia de saber situarse en el lugar de las otras personas. Si los menores son capaces de conseguir entender las emociones de los demás y de conseguir aprender a reprimir sus propias reacciones negativas, serán también capaces de mantener una buena convivencia, la cual ayudará a que la vida diaria sea más fácil.
El esfuerzo de los padres y de los educadores para trabajar en este ámbito es, a veces, muy duro y supone una lucha a contracorriente. A pesar de que en una sociedad consumista, competitiva y hedonista, como es la nuestra, los valores han caído en desuso, el esfuerzo merece la pena.
La familia constituye la fuente de seguridad y de confianza más importante para los hijos. En la familia se ponen a prueba y ensayan todas las conductas y actitudes que luego se llevan a cabo en otros contextos. Ahí es donde los menores adquieren valores personales, como la autoestima, la disciplina y la honradez, y valores sociales, como la justicia, la lealtad, la solidaridad o la generosidad. Por ello, los padres no pueden limitarse a una mera cuestión de información en relación con las nuevas tecnologías, sino que deben constituirse en un ejemplo coherente y sostenido en el tiempo de unas pautas de conducta positivas. Así, por ejemplo, no parece adecuado que los padres pretendan que sus hijos hagan un uso moderado de las redes sociales, cuando ellos no pueden prescindir de su Smarthphone, pasan horas muertas frente al televisor o navegan por Internet hasta altas horas de la madrugada.
Si un adolescente da muestras de una dependencia de Internet o de las redes sociales, es importante ayudarle en la solución de los problemas planteados como causa o consecuencia de la adicción y en el cambio del estilo de vida. A veces, el abuso de las redes sociales puede ser el humo (síntomas visibles) que anuncia la existencia de un fuego oculto (problemas no resueltos). Por ello, hay que abordar la dependencia con una perspectiva amplia y ofrecer las soluciones adecuadas en cada caso y en cada circunstancia.
Autor: Gualberto Tein Alanoca
[ratings]