En un templo budista de Tokio se colocan pequeñas estatuillas de bebés acompañadas por juguetes y regalos como ofrendas a Jizo, un ser iluminado que se cree que vela por los fetos perdidos y abortados y que a la larga, por medio de la reencarnación, los guía a una nueva vida.
Se celebra el ritual de mizuko kuyo, un rito de disculpa y remembranza, como una forma de hacer las paces con la vida abortada (Orenstein, 2002).
La palabra japonesa mizuko significa “niño de agua”. Los japoneses budistas creen que la vida fluye gradualmente en el organismo, como el agua, y un mizuko se encuentra en algún lugar del continuo entre la vida y la muerte (Orenstein, 2002). En contraste, en inglés no existe una palabra especial para designar a los fetos abortados y entre los estadounidenses no se efectúa ningún tipo de ritual tradicional para llorar por esa pérdida. Las familias, los amigos y los profesionales de la salud por lo regular evitan hablar acerca de esas pérdidas, que a menudo se consideran insignificantes en comparación con la pérdida de un hijo (Van, 2001). La pena puede ser más desgarradora si no se cuenta con apoyo social.
¿Cómo afrontan los futuros padres la pérdida de un hijo que nunca conocieron?
La experiencia de pérdida de cada persona o pareja es única (Van, 2001). En un pequeño estudio, 11 hombres cuyo hijo había muerto en el útero dijeron que la frustración y la impotencia los había invadido durante y después del alumbramiento, pero varios encontraron consuelo en el apoyo a su pareja (Samuelsson, Radestad y Segesten, 2001). En otro estudio, los padres dolientes percibieron que la ayuda que recibían de sus cónyuges y familias era más valiosa que la de sus médicos. Algunos padres afligidos obtuvieron beneficios de un grupo de apoyo, pero otros no (DiMarco, Menke y McNamara, 2001). Sea que estén casadas o que vivan juntas, la probabilidad de separación de las parejas que sufren un aborto espontáneo antes de la vigésima semana de gestación es 22% mayor al de las parejas que tienen un embarazo exitoso. Cuando el aborto espontáneo ocurre después de la semana 20 de gestación, el riesgo se eleva hasta 40% (Gold, Sen y Hayward, 2010).
En respuesta a los deseos de muchos padres que han experimentado el nacimiento de un hijo muerto, a partir de julio de 2011 en 28 estados de EEUU se promulgaron leyes que proporcionan certificados de nacimiento de los bebés que nacieron muertos a fin de reconocer y validar los nacimientos.