La bióloga Karen James responde esta pregunta de niños.
La respuesta:
Probablemente, cuando piensas en la palabra «planta» te viene a la cabeza la imagen de una flor, de un árbol o quizá de un campo de hierba. Todas estas plantas crecen a partir de semillas, y también las producen. Sin embargo, hay plantas que no crecen de semillas en absoluto. Los helechos y los musgos no tienen ni semillas ni flores, sino que se reproducen mediante esporas. Las esporas se parecen a las semillas, pero tienen diferencias importantes (volveré sobre ello más adelante). Las algas también son plantas, pero viven en el agua y no producen ni semillas ni esporas; se reproducen de otra manera.
Hace unos trescientos cincuenta millones de años, los bosques cubiertos de musgo dieron paso a impresionantes bosques de helechos parecidos a árboles. Los insectos y otros animales parecidos a arañas andaban a sus anchas y aprovechaban el alimento y el cobijo que proporcionaban estas plantas. En el agua, las aletas de algunos peces empezaron a evolucionar y a transformarse en patas que les permitieron caminar sobre tierra firme. Estos peces se convirtieron en anfibios, los antepasados de las ranas, los sapos y los tritones.
En esta misma época, las esporas de algunos helechos evolucionaron, crecieron y desarrollaron un almacén interno de nutrientes de almidón y una cubierta impermeable. Fueron las primeras semillas. Los almacenes de nutrientes proporcionaban una ventaja a las plantas jóvenes en condiciones adversas, y la capa impermeable las ayudaba a sobrevivir en lugares secos e inhóspitos, donde las esporas no tenían la más mínima posibilidad.
Mientras escribía su famoso libro El origen de las especies, el naturalista Charles Darwin hizo experimentos en su casa de Kent (Inglaterra), para averiguar durante cuánto tiempo podían sobrevivir distintas semillas en agua marina. (La mayoría de las semillas prefieren el agua dulce, así que el agua de mar es un lugar inhóspito). A partir de estos experimentos, hizo cálculos para determinar lo lejos que podían viajar las semillas transportadas por corrientes marinas. Y esto era muy importante, porque en la época de Darwin no se entendía que las plantas pudieran vivir en, por ejemplo, una isla lejana si no se habían creado específicamente en ese lugar. Darwin demostró que podían haber llegado a la isla en forma de semillas, a través del océano y que, una vez allí, evolucionaron hasta convertirse en una especie distinta.
Las capas impermeables de las semillas las ayudan a sobrevivir no solo en lugares secos y en el océano, sino también durante mucho tiempo. ¡En 2005, un equipo científico de Israel consiguió hacer germinar una semilla de más de dos mil años de antigüedad!
Las ventajas que ofrecían las semillas permitieron que las primeras plantas de semillas tuvieran éxito hace tantos millones de años. Por lo tanto, la próxima vez que pasees por un prado, te pongas una camiseta de algodón o desayunes cereales, acuérdate de los antepasados de esas plantas. Y de cómo evolucionaron hasta convertirse en los cientos de miles de plantas bellísimas (y útiles) con las que compartimos la Tierra en la actualidad, gracias a su almacén de energía y a sus «impermeables».